16 diciembre 2015



“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”
Malaquías 3: 10




Muchos leen y argumentan esta promesa sin advertir la condición que está vinculada a la promesa de esta bendición. No podemos esperar que el cielo sea abierto o que la bendición sea derramada a menos que paguemos nuestros tributos al Señor nuestro Dios y a Su causa. No habría escasez de fondos para propósitos santos si todos los cristianos profesantes ofrendaran su justa porción.

Muchos son pobres porque roban a Dios. Muchas iglesias, también, se pierden  de las visitaciones del Espíritu debido a que hambrean a sus ministros. Si no hay alimento temporal para los siervos de Dios, no hemos de sorprendernos si su ministerio contiene poco alimento para nuestras almas. Cuando las misiones necesitan perentoriamente los medios y la obra del Señor es obstruida por una tesorería vacía, ¿cómo podríamos esperar una gran prosperidad de las almas?

¡Vamos, vamos! ¿Qué he ofrendado últimamente? ¿He sido mezquino con mi Dios? ¿Le he escatimado a mi Salvador? Esto no servirá. He de dar a mi Señor Jesús Su diezmo ayudando a los pobres, y colaborando en Su obra, y entonces comprobaré Su poder para bendecirme en gran escala.



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