10 Agosto 2015



Así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol”
Éxodo 17:12





Tan poderosa fue la oración de Moisés que todo dependía de ella. Las peticiones de Moisés desconcertaban al enemigo mucho más que las batallas de Josué. Sin embargo, ambas eran necesarias.

Por ello, en el conflicto del alma, la fuerza y el fervor, la decisión y la devoción, el  valor y la vehemencia deben unir sus fuerzas, y todo irá bien. Debes luchar con tu pecado, pero la mayor parte de la lucha deber hacerse a solas y de forma privada con Dios. La oración como la de Moisés levanta la señal del pacto ante el Señor. La vara era el emblema de Dios obrando con Moisés, el símbolo del gobierno de Dios en Israel. Aprende, tú, santo que suplicas, a levantar la promesa y el voto de Dios ante Él. El Señor no puede negar sus propias declaraciones. Levanta la vara de la promesa y tendrás lo que quieres.

Moisés se cansaba y entonces sus amigos le ayudaban.
En cualquier momento en que tu oración decline en vigor, permite que la fe sostenga una mano y que la santa esperanza eleve la otra, y la oración, sentada sobre la roca de Israel, la roca de nuestra salvación, perseverará y prevalecerá. Cuídate de la debilidad en la devoción; si Moisés la sintió, ¿Quién puede escapar? Es mucho más fácil luchar contra el pecado en público que orar contra el en privado. Josué nunca se cansaba en la batalla, pero Moisés si se cansaba en la oración. Cuanto más espiritual el ejercicio, más difícil es para la carne y la sangre mantenerlo.

Clamemos, entonces, por fortaleza especial, y que el Espíritu de Dios, que nos ayude en nuestras debilidades, como lo hizo con Moisés, nos capacite para continuar con nuestras manos firmes, hasta que se ponga el sol, hasta que la noche de la vida se termine, hasta que lleguemos al amanecer de un mejor sol en la tierra en la que la oración se consume en alabanza.



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