8 Julio 2015
“Entonces Rizpa hija de Aja tomó una tela de cilicio y la tendió para sí sobre el peñasco, desde el principio de la ciega hasta que llovió sobre ellos agua del cielo; y no dejó que ninguna ave del cielo se posase sobre ellos de día, ni fieras del campo de noche”
2 Samuel 21:10
Si el amor de una mujer por sus hijos asesinados pudo hacer que ella prolongara su triste vigilia durante un periodo tan largo, ¿Podemos cansarnos de considerar los sufrimientos de nuestro bendito Señor? ella echaba fuera las aves de rapiña, ¿y no ahuyentaremos de nuestras meditaciones esos pensamientos mundanos y pecaminosos que corrompen tanto a nuestras mentes como a los temas sagrados en los que estamos ocupados?
¡Fuera, pájaros de alas malvadas! ¡Dejen tranquilo el sacrificio! Ella soportó los calores del verano, el rocío nocturno y las lluvias, desprotegida y sola. El sueño se alejó de sus ojos llorosos, su corazón estaba demasiado cargado para dormir. ¡Contempla como ella amaba a sus hijos! ¿Debe Rizpa soportar de ese modo y nosotros echar a andar en el primer pequeño inconveniente o prueba? ¿Somos tan cobardes que no podemos soportar sufrir con nuestro Señor? Ella echaba aun a las bestias salvajes, con una valentía inusual en su género, ¿y nosotros no estaremos para enfrentar a todo enemigo por el amor de Jesús?
Sus hijos fueron asesinados por manos que no eran las suyas, y aun así ella lloró y observó: ¿Qué deberíamos hacer nosotros que por nuestros pecados hemos crucificado a nuestro Señor? nuestras obligaciones son ilimitadas, nuestro amor debería ser ferviente y nuestro arrepentimiento exhaustivo. Velar con Cristo debe ser nuestro negocio; proteger su honor debería ser nuestra ocupación; y permanecer al lado de su cruz, nuestra paz. Esos cuerpos horribles bien podrían haber asustado a Rizpa, en especial, de noche, pero en nuestro Señor, ante cuyos pies nos sentamos, no hay nada repugnante, sino que todo es atractivo. Nunca fue tan encantadora la belleza viviente como la del agonizante Salvador. Jesús, haremos vigilia contigo aun por algún tiempo, y si tú gentilmente te revelas a ti mismo a nosotros, entonces no nos sentaremos a tus pies sobre tela de cilicio, sino en un pabellón real.
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