6 Julio 2015




Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvamos a Jehová”
Cantares 3:40






La esposa que ama profundamente al marido ausente anhela su regreso; una separación larga y prolongada de su señor es una muerte a medias para su espíritu, y así sucede con las almas que aman mucho al Salvador, ellas tienen que contemplar su rostro, no pueden soportar que Él esté lejos sobre los montes de Beter, y que ya no tenga comunión con ellas.


Una mirada de reproche o un dedo levantado será doloroso para los hijos cariñosos que teman ofender a su afectuoso padre y solo se sienten contentos con su sonrisa. 
Amado, así era contigo una vez.

Un texto de la escritura, una mano alzada, un toque con la vara de aflicción y fuiste a los pies de tu Padre, clamando: “Hazme entender porque contiendes conmigo” (Job 10:2). ¿Es así ahora? ¿Estas contento con seguir a Cristo de lejos? ¿Puedes quedarte tranquilo de considerar no tener comunión con Cristo sin alarmarte? ¿Puedes tolerar que tu Amado camine en sentido contrario al tuyo, porque caminas en sentido contrario al de Él? ¿Te han separado tus pecados de tu Dios y tu corazón está en serenidad? Permíteme una afectuosa advertencia, pues es algo penoso cuando podemos vivir con satisfacción sin el gozo presente del rostro del Salvador. 


Esforcémonos por sentir que cosa mala es: poco amor para nuestro moribundo Salvador, poco gozo en nuestro precioso Jesús, poca comunión con nuestro Amado. Soporte una verdadera penitencia en tu alma, mientras te afliges por la dureza de tu alma. ¡No te detengas en el pesar! Recuerda cuando recién recibiste la salvación. Ve de inmediato a la cruz. Allí, y solo allí puedes conseguir el avivamiento espiritual. Sin importar cuan duros, insensibles y muertos hayamos llegado a ser, vayamos otra vez con todos los harapos y la pobreza y la corrupción de nuestra condición natural. Estrechemos aquella cruz, miremos aquellos ojos lánguidos, bañémonos en la fuente llena con su sangre; esto nos hará regresar al primer amor, esto restaurará la simplicidad de nuestra fe y la ternura de nuestro corazón. 

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