4 Julio 2015




Lo llamé, y no me respondió
Cantares 5:6







Algunas veces la oración permanece mucho tiempo, como quien pide a la puerta, hasta que el Rey viene y llena su regazo con las bendiciones que buscaba. Se sabe que el Señor, cuando ha dado una fe grade, la prueba con largas demoras. Ha permitido que las voces de sus siervos hagan eco en sus oídos como desde cielos metálicos. Han golpeado a las puertas de oro, pero éstas han permanecido inamovibles, como si tuvieran las bisagras oxidadas. 


Como Jeremías clamaron: “te cubriste de nube para que no pasará la oración nuestra” (Jeremías 3:44). Así los verdaderos santos han continuado durante largo tiempo esperando pacientemente sin una respuesta, no porque sus oraciones no fueran intensas, ni porque no fueran aceptables sino porque así agradó a Aquel que es soberano y que da de acuerdo a su propio agrado. 


Los mendigos no deben elegir ni el tiempo ni el lugar ni la forma. Pero debemos ser cuidadosos de no posponer la oración por causa de las negativas; las cuentas de largo tiempo de Dios serán honradas puntualmente, no debemos permitir que Satanas sacuda nuestra confianza en el Dios de verdad al señalar nuestras oraciones no contestadas. Dios guarda un registro de nuestras oraciones; no son arrojadas al viento, sino que se atesoran en los archivos del Rey. Hay un registro en la corte del cielo donde se guarda cada oración. 


Probado creyente, el Señor tiene una redoma donde se guardan las costosas gotas de sangrado sufrimiento y un libro en el que tus santos lamentos se toman en cuenta. Tarde o temprano, tu petición prevalecerá. ¿No puedes estar contento de esperar un poco? ¿No será el tiempo de Dios mejor que el tuyo? Tarde o temprano aparecerá, para el gozo de tu alma; te hará dejar de lado el luto y las cenizas de la larga espera y hará que vistas la escarlata y el lino fino del completo deleite.

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