12 Julio 2015
“Cuando haya puesto su vida en expiación por
el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en
su mano prosperada”
Isaías
53:10
Roguemos por el rápido cumplimiento de esta promesa, todos los que amamos al Señor. Es un trabajo fácil orar cuando estamos establecidos y nos basamos, en lo que respecta a nuestros deseos, sobre las promesas de Dios.
¿Cómo puede aquel que hizo la promesa reusarse a cumplirla? La inmutable veracidad no puede menospreciarse a sí misma, con una mentira, la fidelidad eterna no puede degradarse a sí misma por negligencia. Dios tiene que bendecir a su hijo, su promesa lo une a ello.
Aquello que es el Espíritu nos mueve a pedirle a Jesús, es lo que Dios ha decretado entregarle. Cuando estés orando por el reino de Cristo, permite que tus ojos contemplen el amanecer del día que se acerca, cuando el crucificado será coronado en el lugar en el que los hombres lo despreciaron.
Animo, tu que en oración trabajas y te afanas por Cristo con éxitos pequeños, pues no siempre será así, ante ti están mejores tiempos. Tus ojos no pueden ver el futuro dichoso; toma prestado el telescopio de la fe, limpia el vidrio empañado con el aliento de tus dudas, mira a través de él y contempla la gloria venidera.
Lector, permíteme preguntarte ¿haces de esto tu oración constante? Recuerda que el mismo Cristo que nos dice que digamos “el pan de cada día dánoslo hoy” nos ha dado primero está petición “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado se tu nombre, venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad, como el en cielo, así también en la tierra” (Lucas 11:2)
Que no todas tus oraciones estén relacionadas con tus propios pecados, tus propias necesidades, tus propias imperfecciones, tus propias pruebas; más bien permite que suban la escalera llena de estrellas y lleguen hasta el propio Cristo, y entonces, al irte acercando al propiciatorio regado con sangre, ofrece esta oración continuamente “Señor, extiende el reino de tu querido Hijo”
Tal petición, presentada con fervor, elevará el espíritu de todas tus devociones. Cuida que puedas probar la sinceridad de tus oraciones al trabajar para promover la gloria de Dios.
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