19 Julio 2015
“Mas en el nombre de Jehová yo las destruiré”
Salmo
118:12
Nuestro Señor Jesús
mediante su muerte no compró un derecho a una parte de nosotros solamente, sino
al hombre completo. En su pasión, contempló nuestra completa satisfacción:
espíritu, alma y cuerpo, para que en ese triple reino, Él mismo pueda reinar de
forma soberana sin rival.
Es responsabilidad de
la recién nacida naturaleza que Dios le ha dado al regenerado, afirmar los
derechos del Señor Jesucristo. Alma mía, en tanto seas un hijo de Dios, debes
conquistar todo lo que reste de ti que todavía queda sin bendecir; tú debes
doblegar todos tus poderes y pasiones para el cetro de plata del misericordioso
reino de Jesús, y nunca debes sentirte satisfecho hasta que Aquel que es Rey
por sacrificio se convierta también en Rey por misericordiosa coronación, y
reine en ti.
Viendo entonces que el
pecado no tiene derecho a ninguna parte de nosotros, vamos a una guerra buena y
legitima cuando buscamos, en el nombre de Dios, expulsarlo. Oh, cuerpo mío,
eres un miembro de Cristo, ¿debo tolerar tu sometimiento al reino de la oscuridad?
Oh, alma mía, Cristo ha sufrido por tus pecados, y te ha redimido con la sangre
más preciosa, ¿toleraré que tu memoria se convierta en un depósito de maldad o
que tus pasiones sean una mancha de iniquidad? ¿Debo someter mi juicio para ser
pervertido por el error, o mi voluntad para ser llevada en grilletes de
iniquidad? No, alma mía, tu eres de Cristo y el pecado no tiene derecho sobre
ti.
No te desanimes, como
si tus enemigos espirituales nunca pudieran ser destruidos. Tú eres capaz de
derrotarlos, no en tu propia fuerza, pues el más débil de ellos sería demasiado
para ti. Pero podrás vencerlo a través de la sangre del Cordero. Dirígete al
fuerte por fortaleza, espera humildemente en Dios, y el poderoso Dios de Jacob
vendrá, sin dudas, en tu rescate, y cantarás de la victoria mediante su gracia.
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