17 Julio 2015



Y a la honra precede la humildad”
Proverbios 15:33








La humillación del alma siempre trae una bendición positiva. Si vaciamos nuestros corazones de nosotros mismos, Dios lo llenará con su amor. Aquel que desea una comunión cercana con Cristo, debe recordar la Palabra del Señor: “pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Isaías 66:2). Ríndete, si has de subir al cielo. Debemos crecer hacia abajo para poder crecer hacia arriba, pues la más dulce comunión con el cielo será tenida con almas humildes, y sólo con ellas.

Dios no le negará la bendición a un espíritu completamente humillado. “Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3), con todas sus riquezas y todos sus tesoros. Todo el tesoro de Dios se traspasó por escritura de donación al alma que es lo suficientemente humilde para poder recibirlo sin enorgullecerse por ello. Dios nos bendice a todos nosotros hasta la medida completa y al extremo con aquello que Él considera seguro hacer. Si tú no obtienes una bendición es porque no es seguro para ti tenerla. Si tu Padre celestial permitiera que tu espíritu sin humillar obtuviera una victoria en su santa guerra, tú robarías tu corona y al encontrarte con un enemigo caerías víctima de este; de modo que se te mantiene humilde para tu propia seguridad. Cuando un hombre es sinceramente humilde y nunca se aventura a tocar ni una pizca de alabanza, no hay prácticamente ni un límite para lo que Dios va a hacer por él.

La humildad nos prepara para ser bendecidos por el Dios de toda gracia, y nos hace apropiados para tratar eficazmente con nuestros semejantes. La verdadera humildad es una flor que adornará cualquier jardín. Es una salsa que condimenta todo plato de la vida, y encontrarás progreso en cada caso.

Ya sea en oración o en alabanza, en trabajo o en sufrimiento, la genuina sal de la humildad no puede nunca usarse en exceso. 

Comentarios

  1. “pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Isaías 66:2).*-*

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares