14 Julio 2015
“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas,
cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos
nosotros”
Isaías 53:6
Acá hay una confesión de pecado común a todo el Pueblo de Dios. Todos han caído, y por lo tanto, a coro, todos, desde el primero que entró al cielo hasta el último que entrará, dicen: “todos nosotros nos descarriamos como ovejas” la confesión, aunque unánime, es también especial y particular: “cada cual se apartó por su camino”
Hay una pecaminosidad particular sobre cada uno de los individuos. Todos son pecadores, pero cada uno con un especial agravamiento que no se encuentra en su compañero. Es la marca del genuino arrepentimiento que, mientras se asocia naturalmente con los otros penitentes, también asume una posición de soledad. “cada cual se apartó por su camino” es la confesión de que todo hombre ha pecado contra una luz peculiar para él, o ha pecado con un agravamiento que no podía percibir en otros. Esta confesión es total, no hay una palabra para restarle importancia a su fuerza, ni una sílaba como excusa. La confesión es la declaración de los hombres que están conscientes de su culpabilidad, culpables de su agravamiento, culpables sin excusa. Están de pie con sus armas de rebelión hecha pedazos y claman: “todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino”
Sin embargo, no escuchamos ningún doloroso lamento que acompañe a esta confesión de pecado, pues la próxima oración es casi una canción: “mas Jehová cargó en él el pecado de nosotros”. Es la oración más dolorosa de las tres, pero sobreabunda en consuelo. Extraño es que donde se concentró el sufrimiento, reinó la misericordia; donde la tristeza alcanzó su punto culminante, las almas cansadas encuentran descanso. El lastimado Salvador es la cura para el corazón herido.
¡Ve cómo la más infinita penitencia da lugar a la segura confianza simplemente al contemplar a Cristo en la cruz!
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