24 Julio 2015
“No temeré mal alguno, porque tú estarás
conmigo”
Salmo 23:4
Contempla cuán
independiente de las circunstancias externas puede hacer el Espíritu Santo al
cristiano. ¡Qué brillante luz puede resplandecer dentro de nosotros cuando
afuera está oscuro! ¡Qué felices, tranquilos y llenos de paz podemos estar
mientras el mundo se sacude y las columnas de la Tierra son removidas! Incluso
la misma muerte, con todas sus terribles influencias, no tiene poder para
apagar la música del corazón de un cristiano, sino más bien hace que esa música
sea más dulce, más clara y más celestial, hasta el último acto benévolo que la
muerte puede hacer, que es permitir que el acorde terrenal se una al coro
celestial, ¡que el gozo temporal se funda con la dicha eterna!
Tengamos confianza
entonces en que el bendito poder del Espíritu nos consuele. Querido lector,
¿anticipas pobreza? No temas, el Espíritu divino puede darte, en tu necesidad,
una mayor abundancia que la que el rico tiene en la suya. Tú no sabes que gozo
pueden esta guardados para ti en la cabaña alrededor de la cual la gracia
plantará las rosas de contentamiento. ¿Estas consciente del creciente
debilitamiento de tu fuerza física? ¿Esperas sufrir largas noches de debilidad
y días de dolor? ¡No estés triste! Esa cama puede convertirse en un trono para
ti. Poco sabes cómo cada punzada que pasa por tu cuerpo puede ser fuego
purificador para consumir tu escoria, un resplandor de gloria para iluminar las
partes secretas de tu alma. ¿Se están apagando tus ojos? Jesús será tu luz. ¿Te
fallas los oídos? El nombre de Jesús será la mejor música para tu alma, y su
persona, tu apreciado deleite.
En ti, Dios mío, mi
corazón triunfará, ¡sean cuales fueren los males! Por medio de tu poder, oh,
bendito Espíritu Santo, mi corazón estará en extremo gozoso, aunque acá abajo
todas las cosas me fallen.
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