6 Junio 2015
“y comió hasta que se sació, y le sobró”
Rut 2:14
Siempre que tenemos el privilegio de comer del pan que Jesús da, somos como Rut, saciados con alimento dulce y completo. Cuando Jesús es el anfitrión ningún huésped se levanta sin saciarse de la mesa. Nuestras cabezas están satisfechas con la preciosa verdad que Cristo revela; nuestro corazón está contento con Jesús, como el precioso objeto del afecto; nuestra esperanza está satisfecha, pues ¿a quién tenemos en el Cielo sino a Jesús? Y nuestro deseo es saciado, pues ¿Qué más podemos desear que “ganar a Cristo y encontrarme unido a Él”? Jesús llena nuestra conciencia hasta que está en perfecta paz, nuestro discernimiento con conocimiento de las certezas de sus enseñanzas, nuestra memoria con los recuerdos de lo que Él ha hecho, y nuestra imaginación con la perspectiva de lo que está todavía por hacer.
Así como Rut “se sació y le sobró”, es como nosotros. Tuvimos grande porciones, pensábamos que podíamos tomar todo de Cristo, pero cuando hicimos lo mejor que podíamos, debimos dejar un gran remante. Nos sentamos a la mesa del Señor y dijimos: “nada excepto lo infinito puede satisfacerme, soy un pecador tan grande que debo tener gracia infinita para lavar mis pecados”, pero nuestros pecados han sido removidos y hemos encontrado que había gracia de sobra, se ha satisfecho nuestro hambre en el banquete del amor sagrado y hemos encontrado que hay redundancia de alimento espiritual restante.
Hay ciertas cosas agradables en la Palabra de Dios que todavía no hemos disfrutado y que estamos obligados a dejar por algún tiempo, pues somos como los discípulos de quienes Jesús dijo: “aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar” (Juan 16:12). Si hay gracia que no hemos logrado todavía, lugares de comunión cerca de Cristo que no hemos alcanzado y alturas de comunión que nuestros pies todavía no han escalado.
En todo banquete de amor hay muchas canastas de sobra. Exaltemos la generosidad de nuestro Salvador glorioso.
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