2 Junio 2015
“Bienaventurados
los pacificadores, porque ellos serán llamados Hijos de
Dios”
Mateo 5:9
Esta era la séptima de las bienaventuranzas: y siete era el número de la perfección para los hebreos. Puede ser que el Señor ponga a los que trabajan para la paz en el séptimo lugar de la lista, porque es el que más se acerca al hombre perfecto en Cristo Jesús. Aquel que ha de tener una bienaventuranza perfecta, tanta como pueda disfrutarse en la tierra, debe alcanzar esta séptima bienaventuranza y convertirse en un trabajador por la paz. También hay un trasfondo en la posición del texto. El versículo que precede a éste, habla de bienaventuranza diciendo que son “bienaventurados los de limpio corazón porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).
Es correcto si entendemos que primero debemos ser puros y luego pacíficos. Nuestra paz nunca debe estar de acuerdo con el pecado ni tolerar el mal. Debemos endurecer nuestros rostros como el pedernal contra todo lo que es contrario a Dios y a su santidad: habiendo establecido la pureza en nuestras almas, podemos avanzar hacia la pacificación.
El versículo que sigue parece también puesto allí a propósito. Sin importar cuan pacifico seamos en este mundo, seremos mal comprendidos, y eso no es asombroso, pues aun el Príncipe de paz, por su misma apacibilidad, trajo fuego sobre la tierra. Él mismo aunque amaba a la humanidad y no hacia ningún mal, “despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isaías 53:3)
Por lo tanto para que no fuera sorprendido el pacifico al encontrarse con los enemigos, se añade el siguiente versículo: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mateo 5:10), por tanto de los que hacen la paz no solo se dice que están bendecidos sino que están rodeados de bendiciones. Señor, ¡danos la gracia para alcanzar la séptima bienaventuranza! Purifica nuestras mentes para que seamos gente “primeramente todo pura y después pacífica” (Santiago 3:17), y fortalece nuestras almas, para que nuestra paz no nos lleve a la cobardía ni a la desesperación cuando por tu causa seamos perseguidos.
Comentarios
Publicar un comentario