20 Junio 2015
“Y si la hierba del campo que hoy es, y
mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros,
hombres de poca fe?”
Mateo 6: 30
Los vestidos son caros,
y los creyentes pobres podrían ser conducidos a la ansiedad cuando se
preguntan: ¿de dónde provendrá su siguiente traje? Las suelas están gastadas;
¿cómo conseguiremos nuevos zapatos? Vean cómo nuestro previsor Señor ha dado la
provisión para enfrentar esta preocupación.
Nuestro Padre celestial
viste a la hierba del campo con un esplendor que Salomón no pudo emular: ¿acaso
no vestirá a Sus propios hijos? Estamos seguros que lo hará. Puede ser que haya
muchos remiendos y costuras, pero en verdad tendremos vestidos.
Un pobre ministro tenía
sus vestidos muy raídos y tan desgastados que casi se deshacían; pero como
siervo del Señor esperaba que su Maestro le proporcionara su atavío. Sucedió
que el escritor de esta reflexión, en una visita a un amigo, fue invitado a
ocupar el púlpito de aquel buen hombre, y se le vino a la mente hacer una
colecta para él, y así obtuvo su uniforme. Hemos visto muchos otros casos en
los que quienes sirven al Señor han descubierto que Él se preocupa por su
guardarropa. Quien hizo al hombre de tal manera que cuando hubo pecado necesitó
de vestidos, también en misericordia le suministró las ropas; y los vestidos
que el Señor les dio a nuestros primeros padres fueron mucho mejores que los
que ellos mismos se hicieron.
Lector, si tu confianza
está puesta en Aquel que todo lo llena en todo puedes hacer de sus palabras un
constante refrigerio para tu vida. “El que
no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no
nos dará también con Él todas las cosas? (Romanos 8:32).
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