24 Junio 2015
“Da gracia a los humildes”
Santiago 4:
6
Los corazones humildes
buscan la gracia, y, por tanto, la obtienen. Los corazones humildes se someten
a las dulces influencias de la gracia, y, así, la gracia es prodigada sobre
ellos más y más abundantemente.
Los corazones humildes
permanecen en los valles donde fluyen los arroyos de la gracia, y, así, beben de
ellos. Los corazones humildes están agradecidos por la gracia y dan al Señor la
gloria de ello, y, por esto, es consistente con Su honor que Él les proporcione
gracia.
Vamos, querido lector,
ocupa un lugar humilde. Sé pequeño en tu propia estimación, para que el Señor
haga mucho de ti. Tal vez irrumpa el suspiro: “me temo que no soy humilde”. Tal
vez este sea el lenguaje de la verdadera humildad.
Algunos están
orgullosos de ser humildes, y este es uno de los peores tipos de orgullo.
Nosotros somos criaturas necesitadas, desvalidas, indignas, merecedoras del infierno, y si no somos
humildes, deberíamos serlo.
Hemos de humillarnos
por causa de nuestros pecados contra la humildad, y entonces el Señor nos dará
a probar Su favor. La gracia nos hace humildes y la gracia encuentra una
oportunidad en esta humildad para derramar mayor gracia. Hemos de descender
para que podamos ascender. Hemos de ser pobres en espíritu para que Dios nos
haga ricos.
Seamos humildes para
que no necesitemos ser humillados, para que seamos exaltados por la gracia de
Dios.
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