5 Junio 2015
“Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí,
no sé hablar, porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque
a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande”
Jeremías 1:
6, 7.
Jeremías era joven y
sentía una reticencia natural cuando fue enviado por el Señor a cumplir un gran
encargo; pero el que lo envió no aceptaría que dijera:
“Soy niño”. Lo que era
en sí mismo no debía ser mencionado, sino que había de perderse en la
consideración de que era elegido para hablar por Dios.
No tenía que idear ni
inventar un mensaje, ni elegir una audiencia: él tenía que hablar lo que Dios
le mandase, y hablar a donde Dios le enviase, y sería capacitado para hacer
esto con una fuerza que no era la suya.
¿No ocurre lo mismo con
algún joven predicador, o algún maestro que lea estas líneas?
Dios sabe cuán joven
eres, y cuán débiles son tu conocimiento y tu experiencia; pero si Él decide
enviarte, no te corresponde cuestionar el llamado celestial. Dios se
engrandecerá en tu debilidad. Si fueras tan viejo como Matusalén, ¿cuánto te
ayudarían tus años? Si fueras tan sabio como Salomón, podrías ser tan
caprichoso como él.
Has de atenerte a tu mensaje, y será tu
sabiduría; sigue tus órdenes de marcha y serán tu discreción.
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