10 Junio 2015
“¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades, o
desatarás las ligaduras de Orión?”
Job 38:31
Si nos sentimos inclinados a presumir de nuestras habilidades, lo imponente de la naturaleza siempre nos recordará que somos muy endebles. Nosotros no podemos mover la más pequeña de todas las brillantes estrellas, ni apagar ningunos de los rayos del alba. Hablamos de poder pero los cielos se ríen de nosotros con desdén. Cuando las Pléyades brillan en primavera con renacido gozo, no podemos reprimir sus influencias; y cuando Orión reina en lo alto y el año está limitado por los grilletes del invierno, no podemos bajarle la intensidad de las franjas heladas. Las estaciones giran de acuerdo al designio divino; tampoco puede la raza humana en su conjunto efectuar un cambio en ese sentido. Señor ¿qué es el hombre?
En lo espiritual, como en el mundo natural, el poder del hombre está limitado en todas sus direcciones. Cuando el Espíritu Santo derrama sus deleites en el alma, nadie puede interrumpir; toda la astucia y la malicia de los hombres son inútiles para resistir el cordial poder avivador del Consolador. Cuando Él se digna visitar una iglesia y avivarla, los enemigos más empedernidos no pueden resistir la obra; pueden ridiculizarla, pero no pueden reprimirla más que lo que lo que pueden hacer retroceder las primaveras cuando las Pléyades gobiernan el tiempo. Dios lo quiere y así debe ser. También, si el Señor con soberanía y con justicia liga estrechamente a un hombre de modo que está en esclavitud, ¿Quién puede darle libertad? Solo Él puede quitar el invierno de la muerte espiritual de un individuo o de un pueblo. El desata las cuerdas que sujetan al Orión, y nadie más que Él.
Que bendición es que Él pueda hacerlo. O que Él llevara a cabo el milagro este día. Señor, pon fin a mi invierno y permite que mi primavera comience. No puedo, con todos mis anhelos, elevar mi alma de la muerte y de la pesadez, pero todas las cosas con posibles contigo. Necesito influencias celestiales, los claros brillos de tu amor, los rayos de tu gracia, la luz de tu rostro; estas son las Pléyades para mí. Sufro mucho por causa del pecado y de la tentación; estos son mis signos invernales, mi verdadero Orión. Señor, obra maravillas en mí y por mí. Amen
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