27 Junio 2015
“Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino
que te acostarás, y tu sueño será grato”
Proverbios
3: 24
¿Es el lector una
persona propensa a quedar confinada por un tiempo en el lecho de la enfermedad?
Que suba a su aposento sin zozobra con esta promesa en su corazón:
“Cuando te acuestes, no
tendrás temor.”
Cuando nos retiramos a
la cama en la noche, esta palabra ha de suavizar nuestra almohada. Nosotros no
podemos vigilarnos en el sueño, pero el Señor nos guardará durante la noche.
Quienes se acuestan bajo la protección del Señor están tan seguros como los
reyes y las reinas en sus palacios, y todavía mucho más seguros.
Si cuando nos acostamos
también se acuestan con nosotros todos los cuidados y las ambiciones,
obtendremos en nuestras camas un descanso de naturaleza tal que ni los ansiosos
ni los ambiciosos pueden encontrar en las suyas.
Los malos sueños serán
desterrados, o aun si vinieran, borraremos la impresión que nos dejen, sabiendo
que son únicamente sueños. Si dormimos así, estaremos bien. Cuán dulcemente
durmió Pedro cuando ni siquiera la luz del ángel lo despertó, y requirió de una
fuerte sacudida en su costado para que se despertara. Y, sin embargo, estaba
sentenciado a morir en la mañana.
Así han dormido los
mártires antes de ser incinerados. “Pues que a su amado dará Dios el sueño.”
Para tener un dulce
sueño debemos tener vidas dulces, temperamentos dulces, meditaciones dulces y un
dulce amor.
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