15 Junio 2015

“Os digo que si estos callaran, las piedras clamarían”

Lucas 19:40

Pero ¿pueden gritar las piedras? Sin duda podrían, si aquel que abre la boca del mudo les ordena que eleven la voz. Ciertamente, si hablarán tendrían mucho que testificar en alabanza a Aquel que las creó mediante la palabra de su poder; podrían alabar la sabiduría y el poder de su hacedor que las llamó a la existencia. ¿No deberíamos de hablar bien de aquel que nos hizo de nuevo y que aun de estas piedras es capaz de darle hijos a Abraham? Las piedras antiguas podrían hablar de caos y orden, y de la obra de Dios en las sucesivas etapas del escenario de la creación, ¿no podemos nosotros hablar de los decretos de Dios, de su gran obra en tiempos antiguos y de todo lo que hizo por su Iglesia en los días de antaño? Si las piedras hablaran podrían hablar del que “abre caminos” (Miqueas 2:13), como los sacó de las canteras y los hizo apropiados para el templo.

¿No podemos hablar de nuestro glorioso Dios, que abre caminos, que quebrantó nuestros corazones con el martillo de su Palabra para edificarnos como su templo? Si las piedras pudiesen gritar, exaltarían al constructor, que las pulió y moldeó a la semejanza de un palacio. ¿Y nosotros hablaremos de nuestro arquitecto y constructor, que nos ha puesto en nuestro lugar en el templo del Dios viviente? Si las rocas gritaran, tendrían una muy larga historia que contar como monumento, pues muchas veces una gran piedra ha sido levantada para recordatorio del Señor, y nosotros también podemos testificar de algunas piedras de aleluya, columnas de conmemoración. Las piedras despedazadas de la ley gritan contra nosotros, pero Cristo mismo, que ha quitado la piedra de la puerta del sepulcro, habla por nosotros. 

Las piedras bien podrían gritar, pero no las dejaremos. Nosotros silenciaremos su ruido con el nuestro, nos pondremos a cantar un cántico sagrado y bendeciremos la majestad del Altísimo. Todos nuestros días glorificamos a Aquel que es llamado por Jacob el Pastor y la Piedra de Israel.