29 Junio 2015
“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”
Santiago 4:
8
Entre más nos
acerquemos a Dios, más misericordiosamente se revelará a nosotros. Cuando el
hijo pródigo regresó a su padre, el padre corrió a recibirlo. Cuando la errante
paloma regresó al arca, Noé extendió su mano y la hizo entrar consigo.
Cuando la tierna esposa
busca la compañía de su marido, él viene a ella sobre las alas del amor. Vamos,
entonces, querido amigo, acerquémonos a Dios, que nos espera lleno de gracia,
sí, y sale a recibirnos.
¿Advirtieron alguna vez
ese pasaje en Isaías 58: 9? Allí nos da la impresión de que el Señor se pone a
la disposición de Su pueblo, diciéndole: “Heme aquí”.
Equivale a decir: “¿qué
tienes que decirme? ¿Qué puedo hacer por ti? Estoy esperándote para
bendecirte.” ¿Cómo podríamos dudar en acudir a Él? Dios está cerca para
perdonar, para bendecir, para consolar, para ayudar, para revivir y para
liberar.
Nuestro primer
propósito debe ser acercarnos a Dios. Hecho esto, todo estará hecho. Si nos
acercamos a otros, podrían cansarse de nosotros y dejarnos muy pronto; pero si
buscamos solamente al Señor, Su mente no cambiará, sino que continuará
acercándose más y aún más a nosotros mediante una comunión más plena y más
gozosa.
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