7 Mayo 2015
“Y vio al Espíritu de Dios que descendía
como paloma,
Y venía sobre Él”
Mateo 3:16
Así como el Espíritu descendió sobre el Señor Jesús,
la Cabeza, así también Él, en cierto modo, desciende sobre los miembros del
cuerpo místico. Su descenso en nosotros es similar a aquel en que se apareció a
nuestro Señor. Con frecuencia tiene una celeridad singular y, al tomar
consciencia, nos sentimos impulsados a ir hacia adelante y hacia al cielo, más
allá de toda expectativa. Pero ya no hay ninguno de los apuros terrenales, pues
las alas de la paloma son tan suaves como veloces.
La tranquilidad parece esencial para muchas de las
operaciones espirituales, el Señor se encuentra en la voz calma y suave y, con
el roció, su gracia se destila en silencio.
La paloma siempre ha sido el símbolo elegido para la
pureza, y el Espíritu Santo es santidad en sí mismo. Cuando Él viene, todo lo
que es puro, precioso y de buena fama abunda, y el pecado y la impureza se
alejan. La paz reina también donde la santa paloma viene con poder, trayendo la
rama de olivo que muestra que las aguas de la ira divina se han apaciguado. La
mansedumbre es un resultado seguro del poder transformador de la paloma
sagrada: los corazones tocados por su influencia benigna son mansos y humildes
de allí en adelante… y para siempre. La inocencia viene después, así como las
águilas y los cuervos podrán cazar sus presas; la paloma puede resistir el
daño, pero no causarlo. Nosotros debemos ser como inofensivas palomas. La
paloma es una imagen apropiada del amor, su voz está llena de afecto, y por lo
tanto, el alma que es visitada por el bendito Espíritu abunda en amor a Dios,
en amor a los hermanos y en amor a los pecadores, y sobre todo, en amor a
Jesús.
El mover del Espíritu de Dios sobre el abismo primero
trajo orden y vida, y en nuestros corazones causa y promueve nueva vida y luz.
Bendito Espíritu, así como descendiste sobre nuestro querido Redentor,
desciende sobre nosotros en esta hora y para siempre.
C.H. Spurgueon
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