18 Mayo 2015
“Permaneced en mí”
Juan 15:4
La comunión con Cristo
es una cura cierta para todo mal. Ya se trate de la hiel de la aflicción o del
empalago de los placeres terrenales, la íntima comunión con el Señor Jesús se
llevará la amargura de uno y sociedad del otro. Vive cerca de Jesús, cristiano;
es un tema de importancia menor si habitas en medio del honor o en el valle de
la humillación.
Al vivir cerca de Jesús
estás cubierto con las alas de Dios, debajo de ellas están los brazos eternos.
No permitas que nada te aleje de la sagrada relación, que es el privilegio
escogido de un alma desposada con el bien Amando. No estés satisfecho con un
encuentro acá y allá, sino que busca siempre quedarte en su compañía, pues sólo
en su presencia tienes, ya sea consuelo o seguridad.
Jesús no debe ser para
nosotros un amigo que nos visita de vez en cuando, sino unos con quien
caminamos eternamente. Tienes un camino difícil delante de ti, oh, viajero del
cielo; no lo hagas sin su guía. Debes atravesar el horno ardiente, no entres en
él, a menos que, como Sadrac, Mesac y Abegnego, tengas al hijo de Dios como tu
compañía.
Tienes que tomar por
asalto al Jericó de tus propias corrupciones; no intentes hacer esa guerra
hasta que, como Josué, hayas visto al Capitán del Señor de los Ejércitos con la
espada en su mano. Vas a encontrarte con el Esau de tus muchas tentaciones; no
te encuentres con él hasta que no hayas luchado con el ángel en el rio de Jaboc
y hayas vencido. En todo caso, en toda condición, necesitarás a Jesús, pero
sobre todo, cuando las puertas del hierro de la muerte se abran ante ti.
Permanece cerca del Esposo de tu alma, apoya tu cabeza sobre su regazo, pide
ser refrescado con el vino con especias de sus granadas, y Él al fin te
encontrará sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante. Al ver que has vivido con
Él y en Él, habitarás con Él para siempre.
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