20 Mayo 2015
“El hombre nacido de mujer, corto de días, y
hastiado de sinsabores”
Job 14:1
Quizás sea de gran
utilidad para nosotros, antes de realizar cualquier actividad recordar este
triste hecho, pues puede conducirnos a desprendernos de las cosas terrenales.
No hay nada muy placentero en recordar que no estamos por encima de los posos
de la adversidad, pero puede humillarnos y evitarnos ser jactanciosos. Puede
evitarnos echar raíces profundas en este suelo del que pronto seremos
arrancados, para ser trasplantados al jardín celestial. Recordemos la frágil
posesión que tenemos de nuestras misericordias temporales.
Si recordáramos que
todos los arboles de la tierra están marcados para el hacha del leñador, no
estaríamos tan prontos a construir nuestros nidos en ellos. Debemos amar, pero
debemos hacerlo con el amor que espera la muerte y que piensa en las
separaciones. Nuestras queridas relaciones no son sino prestadas, y la hora en
la que debemos devolverlas al prestamista bien puede estar a la puerta. Lo
mismo es ciertamente verdadero en cuanto a nuestros bienes terrenales. ¿No
tienen alas y vuelan? Nuestra salud es igual de precaria. Frágiles flores del
campo, no debemos pensar que van a florecer eternamente.
Hay un tiempo señalado
para la debilidad y la enfermedad también, en los que debemos glorificar a Dios
por el sufrimiento y no por la actividad fervorosa. No hay un solo punto por el
cual debamos esperar escapar a las afiladas flechas de la aflicción. De
nuestros pocos días no hay uno que no esté asegurado para el dolor. La vida del
hombre es un barril lleno de vino amargo; aquel que busca gozo en ella, le
sería mejor buscar miel en el océano de sal.
Amado lector no pongas
tu afecto en las cosas terrenales, sino que busca las cosas que están arriba,
pues acá la polilla devora y el ladrón se abre paso, pero allá los gozos son
eternos y perpetuos. El camino de la aflicción en el camino al hogar. Señor,
haz de este pensamiento una almohada para muchas cabezas cansadas.
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