16 Mayo 2015
“Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni
permitirás que tu
Santo vea corrupción”
Salmo 16:
10.
Esta palabra tiene su
adecuado cumplimiento en el Señor Jesús; pero se aplica también, con una
variación, a todos los que están en Él. Nuestra alma no será dejada en el
estado de separación, y nuestro cuerpo, aunque vea la corrupción, se levantará
de nuevo. Es a este significado general,
más bien que a la aplicación específica, que queremos atraer los pensamientos de nuestros
lectores en este momento en particular.
Podríamos descender muy
hondo en espíritu, hasta parecer que nos sumergimos en el abismo del infierno;
pero no seremos dejados allí. Podría parecer que estamos a las puertas de la
muerte en el corazón y la conciencia; pero no podemos permanecer allí. Nuestra
muerte interna en cuanto a gozo y esperanza puede progresar muy lejos; pero no
puede continuar hasta sus últimas consecuencias, hasta alcanzar la plena
corrupción de la negra desesperación.
Podremos descender muy
bajo, pero no más bajo de lo que el Señor permita; podremos detenernos en el
más profundo calabozo de la duda por un tiempo, pero no pereceremos allí. La
estrella de la esperanza sigue todavía en el cielo cuando la noche es más
negra. El Señor no nos olvidará ni nos entregará al enemigo.
Descansemos en la
esperanza. Tenemos que tratar con uno cuya misericordia permanece para siempre.
Ciertamente, de la muerte, y de la oscuridad, y de la desesperación, hemos de
levantarnos a la vida, a luz y a la libertad.
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