14 Mayo 2015
“Mas cuando tú des limosna, no sepa tu
izquierda lo que hace tu derecha,
Para que sea tu limosna en secreto; y tu
Padre que ve en lo secreto
Te recompensará en público”
Mateo 6: 3,
4
Ninguna promesa es
hecha a aquellos que dan a los pobres para ser vistos de los hombres. Reciben
su recompensa de inmediato, y no pueden esperar un pago doble.
Ocultemos nuestra
caridad; sí, ocultémosla incluso de nosotros mismos. Den con tanta frecuencia y
den en abundancia, como un asunto de rutina, al punto que ya no sea más notorio
haber ayudado al pobre, que haber comido sus comidas regulares. Den sus
limosnas sin susurrarse siquiera: “¡cuán generoso soy!” No traten de
recompensarse a ustedes mismos. Dejen ese asunto a Dios, que nunca deja de ver,
de registrar, y de recompensar.
Bienaventurado es el
hombre que está ocupado en secreto con su generosidad: encuentra un gozo
especial en sus desconocidas benevolencias.
Este es el pan que,
comido sigilosamente, es más delicioso que los banquetes de los reyes. ¿Cómo me
puedo dar el gusto hoy de este lujo exquisito? He de tener un festín real de
ternura y generosidad de alma.
Aquí y en el más allá,
el Señor mismo verá personalmente que se recompense al dador secreto de
limosnas. Esto se hará a Su manera y a Su tiempo; y Él elegirá lo mejor. Cuál
es el significado de esta promesa, se requerirá de una eternidad para revelarlo.
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