24 Mayo 2015
“Entonces el extendió su mano, y tomándola,
La hizo entrar consigo en el arca”
Génesis 8:9
Muy cansada a causa de
su deambular, la paloma regreso por fin al arca como su único lugar de
descanso. Que pesadamente vuela, va a caerse, ¡nunca llegará al arca! Pero lucha.
Noé ha estado atento todo el día por su paloma y está preparado para recibirla.
Ella tiene apenas fuerza suficiente como para llegar al borde el arca, apenas
puede posarse sobre ella y está lista para caer, cuando Noé extiende su mano y
la mete con él al arca. Nota que “la hizo
entrar consigo en el arca”. No entró volando ella misma, pues estaba muy
temerosa o demasiado cansada para hacerlo. Voló tan lejos como pudo y después
él extendió su mano y la metió consigo.
Ese acto de
misericordia se ofreció a la paloma errante y no se le reprendió por deambular.
Se le metió en el arca tal como estaba. Así serás recibido tú, pecador que
buscas, con todo tu pecado. “Solo regresa”, esas son las palabras
misericordiosas de Dios. “Solo regresa”. ¡Qué! ¿Nada más? No. “Solo regresa”.
Esta vez no tenía una “ramita de olivo” en su pico, no tenía nada excepto a sí
misma y a su deambular, pero es “solo regresa” y ella lo hace, y Noé la mete
consigo.
Vuela, tú que
deambulas, vuela, tú que desfalleces, paloma como eres, aunque piensas que eres
negra como el cuervo con el fango de pecado, regresa, regresa al Salvador. Cada
momento que esperas no haces sino aumentar tu miseria; tus intentos para
emplumarte a ti mismo y por hacerte apropiados para Jesús son todos vanidad. Ve
a Jesús tal como estás. Como un inconstante, con todas sus inconstancias
regresa, regresa, regresa. Jesús te espera. Él extenderá su mano y te meterá
con Él, dentro de Él, el verdadero hogar de tu corazón.
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